
La práctica de escribir música no solo se basa en una melodía sino en el estudio enriquecedor de la orquestación. Misma que nos facilita herramientas para embellecer una obra musical a través de adaptaciones para conjuntos, ensambles, orquestas; así obteniendo un panorama más amplio en la mezcla tímbrica, transposición, construcción, tesituras, colores, empastes, versatilidad rítmica o melódica, etc.